EL PROCESO DE RECONSTRUIR DESDE ADENTRO: SUPERANDO LAS CONSECUENCIAS DE UNA EMERGENCIA.
Difícilmente
podremos acercarnos siquiera a las emociones vividas por aquellos chilenos y
chilenas que lo han perdido todo en uno u otro desastre. El mega incendio de
Valparaíso es otro golpe más a nuestra gente, como lo fueron los terremotos y
tsunamis de hace algún tiempo, que ha puesto a prueba nuestra capacidad de
ponernos de pie y replantear la forma en cómo queremos organizarnos como
sociedad, desde las políticas públicas hasta las acciones de solidaridad, que
sin duda son las más elogiables al respecto.
Enfrentar
una situación de tal magnitud requiere de una fuerza interior distinta a la
habitual. El sentido de urgencia se activa y las prioridades se reordenan en función
del resguardo de la vida por parte tanto de los afectados como de las
instituciones que prestan ayuda. Sin embargo es natural sentir pena, rabia y
desesperación por lo que se pierde. Una casa que se quema es más que paredes y
muebles: están los recuerdos, los buenos momentos, las alegrías, las reuniones
familiares, y un largo etcétera que también se consume cuando vemos lo que las
llamas devoran sin piedad.
La
reconstrucción es más que levantar casas, eso es sólo una parte del proceso, ya
que también está la reconstrucción personal, familiar y social. La
reconstrucción personal implica ponerse de pie cuando te han dado fuerte o
cuando crees que ya no tienes las fuerzas o ganas de seguir. Esta
reconstrucción implica una reorganización de nuestra mente para darle sentido a
la desgracia, aceptarla y seguir adelante con los aprendizajes de este evento.
Lo contrario a esto resulta en una actuación irracional basada en lo negativo
del hecho más que en la fuerza para salir adelante, sin contar con las molestias
que resultan de al ver la vida como un todo negativo (somatización).
Es
en esta reconstrucción personal donde debemos plantearnos acciones como: asumir
las propias emociones, evaluar racionalmente los daños, evaluar su propio
estado de salud, proponerse actividades personales para mantenerse medianamente
ocupado, repetir ideas positivas para recalibrar la mente, entre otros.
La
reconstrucción familiar, por otro lado, contempla fortalecer los lazos con los
seres queridos a modo de red de apoyo, que nos protege de la sensación de
soledad, tristeza y de inseguridad que estas situaciones conllevan aparejadas.
Implica que las personas graviten alrededor del concepto familia, del apoyo
incondicional y del amor. Así mismo, y desde un punto de vista más operativo,
permite el trabajo en equipo, mayores recursos disponibles como tiempo, manos,
fuerza e ideas que ayudan a reconstruir lo perdido.
Es
en esta reconstrucción familiar donde debemos plantearnos acciones como:
permanecer unidos y evitar aislarse, prestar asistencia a los demás, escuchar
activamente a quienes necesitan desahogarse, dar mensajes de optimismo aun
cuando todo esté en contra, generar rituales de cercanía e identidad familiar
(comer, rezar, compartir historias, plantear objetivos de corto plazo), entre
otros.
La
reconstrucción social hace referencia al aprendizaje que la sociedad, país,
comuna, vecinos, etc., logra a partir de este tipo de eventos. Lamentablemente
muchas de nuestras políticas, normas, procedimientos o simples prácticas habituales
se modifican únicamente cuando ocurren desgracias, ya que somos más reactivos
que proactivos. La reconstrucción social implica generar cambios sustentables
en las políticas y prácticas en pro de un mejor desempeño como país o
comunidad. Es plantearse una mejora al sistema que sea favorable en futuras
actuaciones.
Es
en esta reconstrucción social donde debemos plantearnos acciones como: evaluar
lo que funcionó y lo que no, implementar los cambios pertinentes, socializar
las buenas prácticas, fomentar la actitud de cooperación, dar soporte efectivo
a las necesidades inmediatas, hacerse presente como autoridad ante las
personas, ser realista en la información, entre otros.
Aun
cuando creemos perderlo todo, no todo se pierde. Nuestra actitud frente a la
adversidad puede hacer la diferencia entre derrumbarse o ser agente de cambio y
mejora. No es mi intención minimizar el impacto emocional y psicológico del
evento, sino más bien plantear que en cada uno de nosotros existe la
posibilidad de decidir, y de a poco hacernos cargo de lo que queremos que sea
nuestra vida.
Así
mismo, aprovechemos de reflexionar respecto de nuestras prácticas y actitudes
preventivas. Respecto de las prácticas ¿estamos preparados para una emergencia?
Y respecto de las actitudes preventivas ¿Tenemos una actitud de superación o de
derrotismo? De eso dependerá nuestra capacidad de respuesta efectiva ante
emergencias, que pueden salvar nuestras vidas y las de nuestros seres queridos.
Ps.
Kurt Goldman Zuloaga
Director
Santiago de Chile, abril 2014.
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