NO LEA ESTE ARTÍCULO…
“Este
artículo NO debe ser leído”
Así
como la frase anterior, existen muchas normativas institucionales que nos
prohíben realizar una u otra cosa. NO circule por esa zona, NO ejecute tales o
cuales acciones, NO ingrese si autorización, etc… lo extraño (o no tanto) de
esto, es que vemos que la gente sigue haciendo aquello que explícitamente ha
sido prohibido. El NO más obvio y triste es el “Si bebe NO conduzca” y conduce
igual, con las consecuencias evidentes del caso.
Esta
situación es al o menos curiosa para quienes buscamos el porqué de las cosas…
es fácil señalar que “la gente es porfiada” o “no entiende”, que es “muy vieja”
o “muy joven”, que es “un problema de capacitación”, que “no hay supervisión”,
entre otros. Muchos de estos dichos son explicaciones simplistas y
autocomplacientes que impiden encontrar (o reflexionar en torno a) medidas que
favorezcan las conductas seguras.
NO
siga leyendo…
Con
todo, parece que en alguna parte de nuestra mente un NO deja de ser una
prohibición y pasa a ser un desafío, cosa fascinante cuando de superación
personal se trata (“me dijeron que no lo
lograría y lo logré”), pero no tanto cuando estamos hablando de conductas
autodestructivas o de riesgo (“me dijeron
pasa las llaves y no lo hice” o “que no debía intervenir el equipo sin
bloquear” L
).
Las
prohibiciones están decretadas en general por dos razones: la primera es que se
entiende que realizar la conducta prohibida causa más problemas que beneficios,
daño que provecho o porque alterna el normal desarrollo de otras actividades, y
la segunda razón es porque no queremos que vuelva a suceder (o sea, ya
ocurrió…)
La
gente suele obedecer normas o instrucciones cuando son consistentes con sus
valores, cuando existe coherencia con sus conocimientos previos, cuando la
evaluación de los costos/beneficios son apropiados y cuando las autoridades que
las emiten son consideradas “legítimas”.
Explicando
cada uno de los puntos, me parece que la gente obedece una norma cuando:
·
Está convencida que la
norma está relacionada con alguno de sus valores (p.ej.: porque se relaciona
con el respeto por la vida, el cuidado del medio ambiente o la paz cívica, etc.)
·
Es una norma lógica y
coherente con lo que ha aprendido (p.ej.: se sustenta en estudios y
estadísticas válidas)
·
Los costos percibidos
de la acción contraria a la norma son altos (p.ej.: porque evita multas,
sanciones o peligros para sí mismo o los demás)
·
Los beneficios de
seguir la norma son altos (p.ej.: tranquilidad, calidad de vida, ahorros)
·
La percepción de la
consecuencia es contraria a la norma (p.ej.: “yo creo que lo que ocurrirá es
distinto a lo que dicen que ocurrirá”)
·
La autoridad o
institución que la emite es respetada y considerada válida para tal propósito
(p.ej.: una norma ambiental emitida por el Ministerio del Medio Ambiente)
Las
personas que se accidentan generalmente han realizado conductas sub estándar.
La respuesta al ¿por qué? se relaciona con la idea de que “no sabe, no puede o
no quiere” (a la que estamos acostumbrados), pero hilando más fino, el no a
acatar normas que aumentan el riesgo de accidentarse se produce por la
sensación de que:
·
La norma es contraria
a sus valores.
·
No se cuenta con los
conocimientos suficientes que apoyan al proceso racional en la toma de
decisiones.
·
Los costos de la
acción insegura son bajos.
·
Los beneficios de las
conductas seguras son bajos.
·
Los riesgos no son
tan reales como los cuentan.
·
La autoridad que las
emite no merece respeto.
Lo
relacionado a los supervisores es aún
más importante: en el año 1961, Milgram demostró que las personas se someten
más fácilmente a las instrucciones de supervisores cuando estos proyectan
autoridad válida, y que obedecen más cuando tratan de agradar a otros, aun
cuando esto genere acciones perjudiciales. En el mismo experimento se hace
mención que la desobediencia está más presente en quienes están más seguros de
sus convicciones y que son capaces de defenderlas (lo que avala lo expuesto
anteriormente).
Cuando
las organizaciones deciden “capacitar” a sus trabajadores para modificar el
comportamiento, sólo se enfocan a una de las “causas” probables de esta
rebeldía. Dejando afuera otras circunstancias. Esto nos hace pensar que
debiéramos considerar acciones de intervención tales como el desarrollo de
valores compartidos, el equilibrio razonable entre acciones y consecuencias y
el fortalecimiento de la imagen de autoridad digna, pensando en el quehacer
moral de los supervisores y autoridades superiores.
El
manejo comunicacional también es clave: es distinto decir: “NO transite por tal
lugar” que decir “Transite sólo por dicho lugar” o “NO intervenga el equipo sin
bloquear” que decir “Sólo intervenga equipo con bloqueo”. Recuerden que “la
curiosidad mato a gato” y que existen varias otras razones que hacen a la gente
comportarse contrarios a la norma.
…Y
usted ¿por qué terminó de leer el artículo?
MBA Ps. Kurt Goldman
Zuloaga
Director
Goldman Consultores
Docente
USACH
Santiago de Chile, Mayo 2016.
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